La historia de los 4 estudiantes salteños que viajarán a Francia a jugar el Mundial de Robótica

Estudiantes de Salta asisten a Robocup 2023 en Francia

En la ciudad de Salta cuatro estudiantes están preparando los últimos detalles de sus proyectos para competir en lo que consideran el “Mundial de Robótica”, la Robocup 2023, que tendrá lugar en Francia. Los jóvenes conforman dos duplas que viajarán a Burdeos, y será la primera vez que la Argentina participe en dos categorías, Rescue Line y Robótica Simulada. Todos tienen en común que desde muy chicos sintieron curiosidad por la tecnología, y empezaron haciendo cursos extracurriculares para aprender más y más, hasta que dieron sus primeros pasos en las competencias. Después de salir primeros en una liga nacional, quedaron habilitados para el ámbito internacional: en diálogo con Infobae, hablan de su pasión, sus planes a futuro y brindan consejos a quienes quieran dedicarse a la misma temática.

El último fin de semana largo aprovecharon para juntarse en Instituto de Innovación y Tecnología Aplicada (IITA), y seguir afinando modificaciones de sus creaciones. Desde allí charlan con este medio los dos equipos, el primero conformado por dos salteños de 16 años, Joaquín Argañaraz y Joaquín Rodríguez, que con humor se autodenomina “Joaquín al cuadrado”. Ellos participarán en Robótica Física, que implica construir y programar un robot capaz de moverse en un circuito que simula un escenario de rescate real, con una zona de peligro donde hay personas que debe rescatar en forma autónoma y trasladarlas a una zona segura de evacuación.

El segundo lo integran Alejandro De Ugarriza y Ian Dib, y competirán en Robótica Simulada, que tiene como principal diferencia con la otra categoría que en este caso los robots no se fabrican, sino que se construyen en un simulador en tres dimensiones, se programan, y se reproduce el comportamiento en un mundo virtual, mientras se les asignan determinados puntajes de acuerdo a las tareas que desarrolle. “Todos llegamos de distintas formas a interesarnos por esto, yo desde chico jugaba con los celulares, con computadoras, con lo que había, desarmaba los auriculares, todo lo que tuviera tecnología me llamaba la atención, quería explorar y veía que se podía hacer”, cuenta Rodríguez.

“Yo también empecé desde chico, vengo al instituto desde los 8 años, que empecé con Robótica Educativa, y siempre fui curioso, me gustaba desarmar juguetes para ver cómo estaban hechos”, comenta De Ugarriza. Su compañero de proyecto, coincide en que desde pequeño se involucró en la temática, y aporta que a él lo movilizó un objetivo a largo plazo: “Me atraía la idea de que la tecnología nos podía llevar a un futuro mejor, a ser un planeta más limpio, y después continué hasta arrancar con esta competencia”. Argañaraz, por su parte, también sintió la vocación desde la infancia, cuando veía a su padre trabajar en la reparación de aires acondicionados, y aunque aprendió algunas nociones de ingeniería electromecánica, a él le apasionan la electrónica y los robots.

Su alma lúdica está intacta, pero también la constancia, porque los cuatro llevan más de ocho meses abocados a sus proyectos, en paralelo a la secundaria. Alejandro empezó en el 2020, por lo que ya son casi tres años de preparación para dar a conocer el resultado frente a más de 40.000 personas. “Hay que saber cómo pasar por los tiempos que estás menos motivado, porque en tantos meses de trabajo siempre hay lugares frustrantes, problemas que pueden tomar semanas sin resolverse, donde no ves la luz del día, y hay que tener la fortaleza para pasarlas desde lo metódico y racional, porque cuando las cosas no salen bien es momento de sentarse en la silla y ver entre todos cómo lograrlo”, argumenta el joven de 17 años.

El estudiante explica que en la robótica simulada el acceso universal a los recursos genera un efecto igualador en los participantes. “Podemos trabajar con los mismos componentes que trabajan los competidores de otros países, que en formato físico serían muy costosos y difíciles de conseguir para nosotros, como sensores LIDAR, sensores con GPS, unidades de posicionamiento inercial y cámaras de video con procesamiento de imágenes de alta resolución”, detalla. De todas maneras, habrá desafíos en cuanto a la capacidad de respuesta que generen en la simulación, y hay muchos factores que recién conocerán el día que compitan.

En el equipo de “los dos Joaquines”, también hay complejidad. “No es solamente poner las partecitas juntas, sino que conlleva un diseño 3D de las piezas, una etapa de impresión que demora bastante, la programación, y la construcción; si al ensamblar queremos hacer algún cambio todo eso tiene un proceso y hay que volver a empezar muchas veces”, describen. Y ejemplifican la secuencia para la que se están preparando: “A nosotros se nos presenta un tablero y el robot tiene que ir siguiendo una línea negra que está sobre el tablero blanco, y el sensor de color va identificando la dificultad para saber por dónde seguir; tiene varios obstáculos a lo largo del recorrido, como dos líneas que se cruzan y tiene que identificar por dónde ir dependiendo de la ubicación, hay rampas, subidas y bajadas, lomas de burro, puede haber palitos para dificultar el movimiento, y cuando encuentra una línea plateada es la señal de que empieza la zona de rescate donde debe identificar pelotitas que representan víctimas, si están o no con vida, y depositarlas en una esquina segura”.

Con cariño, bautizaron a su robot como “el bicho”, y sumará más o menos puntos si va cumpliendo con todo el tramo sin cometer errores. Ninguno de los competidores conoce de antemano el plano de ese tablero, por lo que no saben dónde estarán las entradas, las salidas, los obstáculos ni las zonas seguras. De esa manera todos los proyectos comprueban su capacidad en vivo y en directo. Del 4 al 10 de julio estarán en suelo francés, representando los colores celeste y blanco, suceso que palpitan con orgullo, teniendo en cuenta que en la categoría Junior participan más de 200 equipos de distintos países.

“Este viaje supone un crecimiento para nosotros en todos los sentidos, no solo por conocer otra cultura, sino porque nos va a dejar un montón de conocimientos y enseñanzas; vamos a conocer a chicos de distintas partes del mundo que están a nuestro nivel; vamos a poder intercambiar conocimientos y experiencias”, dice con entusiasmo Rodríguez. Lo que más los motiva es la idea de compartir, conocer lo que hicieron otros estudiantes y generar espacios colaborativos de innovación. Así es como trabajan ellos después de ir a sus clases, con la llama de la intriga constantemente encendida, dispuestos a brindar información a quien la necesite para avanzar. “Como forma de validar todo el trabajo al final de la competencia se hace un simposio, donde los mejores de la competencia de la liga presentan sus proyectos frente al auditorio explican en detalle cómo hicieron su trabajo, y es la parte que más conocimiento te deja”, agrega.

Confiesan que más de una vez les han preguntado si se imaginan su futuro profesional en la Argentina, y cada uno tiene una perspectiva al respecto. “Yo le tengo fe al país, y si alguna vez tuviera que ir a estudiar afuera, me formaría, aprendería un poco más, pero eventualmente volvería, porque es mi país y lo quiero”, expresa Joaquín Rodríguez. Escuchó varias veces que “la salida es Ezeiza”, y no está de acuerdo con ese pensamiento: “Soy bien argentino, no me sentiría cómodo estando fuera de mi país mucho tiempo, así que tarde o temprano volvería para aportar qué se puede hacer para que crezca, para hacerlo más grande, para que sea cada vez mejor y sea un país de oportunidades para todas las personas”.

Su colega Alejandro revela que tiene planes de continuar con sus estudios en Alemania y mudarse allí un buen tiempo. “No creo que quedarse en Argentina sea una mala opción, porque las universidades de acá tienen un muy buen nivel, incluso con respecto al nivel internacional, pero mi decisión es más bien personal; no es necesario irse, y sobre todo en esta era que está tan interconectada, donde es absolutamente posible estudiar y trabajar desde la Argentina para el exterior”, sostiene De Ugarriza. Y continúa: “No es blanco y negro, sino que hay muchos intermedios, porque ser ciudadano del mundo no significa que uno deja de ser argentino, que una cosa no quita la otra, porque ambas pueden convivir dentro de una persona”.

“A mí me parece que Argentina es un país con muchas oportunidades, que puede seguir creciendo, pero que si queremos que haya cambios y mejoras tiene que ser en un sentido integral; todos tenemos que cambiar si queremos que el país salga adelante, tiene que ser en conjunto”, enfatiza Ian Dib. En este sentido, trae a colación que una semana antes de que ellos partan se conmemorará el Día de la Bandera -el 20 de junio-, y de cierta forma, llevarán consigo el simbolismo de la bandera argentina, sumada a la responsabilidad de contribuir con conocimientos y representar el lugar donde nacieron y crecieron.

Los cuatro le agradecen a sus padres porque los acompañaron muchas veces al instituto, muchas veces se quedaron hasta después de hora y tuvieron que ser creativos para coordinar sus agendas escolares con el proyecto tecnológico. Argañaraz es el único que ya vivió una de estas competencias de manera presencial, que tuvo lugar en Sydney en 2019. “La primera vez cuando fui a Australia pensé que sería la única vez en la vida que me iba a pasar esto, y es más que un sueño poder vivirlo dos veces, mis padres me felicitaron y están muy orgullosos; son los que siempre me han apoyado”, asegura.

“Mi familia es la que me empujó a seguir este camino, porque es la carrera que quiero elegir, y todos ellos creían que iba a ser una experiencia muy enriquecedora, y mi mamá en particular siempre tuvo la idea de que si algún día decido que esto no me gusta, que pueda cambiar, pero como esto realmente me apasiona, siempre me apoyó incondicionalmente”, cuenta Alejandro. Rodríguez agradece la paciencia de su madre, y entre risas admite: “Todo lo que conlleva tener un hijo haciendo estas cosas, es el sacrificio también de de traerme todos los días, de ayudarme, de entenderme, así que siempre estoy agradecido”.

Cortesía de Infobae

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